martes, 5 de mayo de 2009

Dobleces de la vida

El otro día, mi felicidad se expandió como las lorzas de Amaia Montero al encontrarme de bruces -que no son Bruce Willis y Bruce Lee juntos, sino de repente y frente a mí- con este cartel:


¡¡Sí, amigos!! Una familia feliz -¿qué digo feliz? ¡superfeliz!- y un niño que guiña el ojo en plan "¿a que somos guays? ¡tú puedes!".

Me concentré en sus sonrisas y pronto me di cuenta de que no podía dejar de pensar en lo absolutamente maravilloso que era este cartel, en cómo ese blanco impoluto me devolvía la ilusión por encontrar la mujer perfecta, el niño perfecto, un número de teléfono azul... Pero no. Luego me fijé bien y... ¡chas! Una visión me devolvió a la realidad de un duro golpe que todavía me afecta: ese niño no está guiñando el ojo. Básicamente, porque no tiene.

Señores que colocan carteles publicitarios: tengan más cuidado.
Han mutilado una infancia.

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