lunes, 29 de septiembre de 2008

Un paro de la hostia

Hace dos semanas me quedé en el paro. Suelo pensar en positivo, así que pensé que era lo mejor que me podía pasar en este momento… Pues bien, ni de coña... Y no por dejar de trabajar. Este parón me encanta, me viene bien, lo necesitaba... Pero también me está matando -literalmente- poco a poco... Lo explico:

La noche que acabé el contrato la pasé comiendo asfalto. Había salido con los colegas a celebrarlo, a despedirnos y tal. La cena fue, cómo decir, estupenda. La compañía, sin duda, por qué negarlo, inigualable. Las risas fueron tantas y tan bellas que embriagaron la taberna de felicidad… Pero luego, volviendo a mi casa, feliz, radiante y algo borracho, me di dos hostias con la bici… Sí, dos.

Pero éste sólo fue el principio del desastre que sobrevenía...

Días después, fui a Madrid. Unos amigos que se alegraban de tenerme por allí de nuevo me invitaron a jugar un partido de fútbol. Yo, encantado. Me sentí como volviendo a casa... A mitad del encuentro, a punto de marcar, me caí y me jodí el dedo. La pelota entró… Y el tendón se salió.

No le di mucha importancia… Me equivoqué.

Una semana después, en Sevilla, pasé por el hospital porque el dedo no se ponía bien. Allí, un señor con bata me dijo que había que operar. El resultado es esto:


En resumen: hilos de metal cosidos con botones y una buena temporada sin tocar la guitarra y, bueno, sin tocar más cosas. Encima la izquierda, la que da un placer especial...

Aun así, me dije que era la oportunidad de centrarme en otras cosas, de invertir todo el tiempo que perdía tocando mi Godin plateada para volcarme de una vez en mi peli y adelantar el guión.

Emocionado, me fui al Festival de Cine de San Sebastián. Era el sitio perfecto para un manco como yo. Sólo había que sentarse a ver pelis y para comer pintxos sólo se necesita una mano.

Allí, no tardé más de una hora en convertirme en "El del dedo". Pero no me importó, es más, me gustó. Llamaba la atención y la gente me acogía con cariño, era un lisiado simpático. Las señoras mayores me reservaban asientos delante del cine porque me veían como un inválido incapaz de sobrevivir sin ellas. Y tenían razón.

Lo que era incapaz de saber entonces es que el último día de la Zinemaldia, dirigiéndome a la gala de clausura engalanado y con una chaqueta impoluta, me pegué un hostión al resbalarme aquí:


Inmediatamente, sin poder moverme, me di cuenta de que me había jodido la rodilla y el codo.

Aun así, fui a la gala, decidido, manco y cojo. Al acabar, aproveché que quedaban un par de horas para la gran fiesta final y cogí un taxi al hospital para una radiografía... Precio del taxi: 8 euros.

En el hospital me pidieron el DNI. No lo tenía encima y la acreditación del festival con mi foto, mi nombre y una tarjeta de crédito sin firmar no eran suficientes para aclarar que yo era el capullo que buscaban. Así que tuve que llamar a un taxi de nuevo, un taxi que me llevó a casa y luego al hospital y que me costó un total de 17 euros. Sin hacer nada, ya me había gastado un total de 25 euros. Aúpa.

Lo mejor fue que, de vuelta al hospital y tras convencer al recepcionista de que mi problema no era el dedo, otro señor con bata me dijo que no me iban a hacer una radiografía ni de coña, que si me podía mover como un pato no estaba tan mal, que me fuera a mi casa. Pero no me fui a casa, claro, sino que fui directo la fiesta, pero esta vez en autobús. Precio total por nada: 26,10 euros.

Al día siguiente, volviendo a Barcelona, en el tren nocturno, a eso de las tres de la mañana, en un compartimento lleno de gente de diferentes tamaños y nacionalidades, una mochila se cayó de lo alto del maletero. Como la mochila no sabía bien donde caerse, y aprovechando que yo dormía con la pata estirada, la mochila fue a parar justo en la rodilla que me reventé la noche anterior.

No fue grave, pero lo vi claro. Era la señal definitiva.

Ya estoy en mi casa de Barcelona. Más tranquilo, pero con pánico a salir.

Esta maldición empezó justo al acabar el curro. Y hasta que no vuelva a trabajar seguirá. Menos mal que el fin de semana que viene tengo trabajo en Madrid, aunque sea por unos días, porque de lo contrario, creo que a este paso no llego a noviembre. Aun así, todavía es lunes. Yo empiezo el jueves… Hasta entonces, me quedaré encerrado entre estas cuatro paredes pendiente de que, durante los cuatro días que me quedan adherido al Inem, a mi vecina no le reviente el butano.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Killo, esto es un corto por la gloria de mi madre. Vamos... que hasta me he reido y to. Yo creo que hasta lo puedes actuar tu mismo.

pablo aramendi dijo...

Hijueputa, HOSTIA con H, hágame el favor. ahora, te voy a decir una cosa, lo difícil difícil es escribir la palabra de google para poder comentar. A mí me ha tocado pszkxoa. creo que hay una persona que se dedica a pensarlas, cuando le despidan por la crisis puedes postularte para el curro.

El hombre verde del este dijo...

Es verdah, cohone. Ahora lo cambio.
Grande lo de "pszkxoa", mu grande.

El hombre verde del este dijo...

Y que se me olvidaba: ¡¡abrazos al gran miguelón leyendo desde L.A.!!